Chile: Hitos y tendencias que cambiaron el agro entre 2000-2019

La agricultura chilena se reinventó en las dos primeras décadas del siglo XXI. Gracias a acuerdos de libre comercio llega con ventajas arancelarias a más de cuatro mil millones de consumidores. Las tecnologías de riego y fertilización, junto con la especialización de productos agroquímicos y la exportación directa obligaron a un salto en la gestión de los predios. Las mujeres se tomaron la dirección de los gremios regionales.

La era de los TLC

En 2019 fue el turno de Argentina e Indonesia. Durante las dos primeras décadas del siglo, Chile vivió una fiebre de acuerdos de libre comercio, en total fueron 24, desde la Unión Europea (2003), hasta Estados Unidos (2004), pasando por China (2006) y Japón (2007).

Para el agro chileno fue una inyección de energía, las barreras arancelarias bajaron a cero o se acordaron calendarios para llegar a ese nivel. El trabajo diplomático-comercial de la entonces Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon) —hoy Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales— significó sumar 4.613 millones de consumidores y le dio una ventaja sobre los competidores directos.

El resultado fue notable. Si en el 2000 Chile exportó US$ 4.976 millones en productos silvoagropecuarios, en 2018 llegó a US$ 17.898 millones.

La ventana de tiempo en que se firmaron los acuerdos es destacable, pues hacia el fin de la década el comercio internacional comenzó a virar al proteccionismo. En un mar agitado, fue un muelle donde guarecerse.

—Se vio un gran aumento de barreras no-arancelarias, como el cierre de mercado de China a muchas especies (nectarines, cítricos, peras, etc.) que luego tenían que ser reabiertos a través de acuerdos oficiales —sostiene André Luteijn, director de ChilFresh.

 

Pioneras se toman los gremios regionales

Durante el siglo XX los agricultores de Elqui y Limarí enfrentaron sequías y períodos de abundancia. Se construyeron inmensas obras de regadío, como los embalses Puclaro y Paloma. Los campos de la Región de Coquimbo pasaron de estar dedicados a las hortalizas y cereales a la fruticultura de exportación. Sin embargo, una cosa no cambió: la presidencia del gremio que los agrupa, la Sociedad Agrícola del Norte, SAN, siempre fue ocupada por hombres.

La historia de los nortinos recién dio un giro en 2015, cuando asumió la presidencia de la SAN María Inés Figari. La agricultora del Limarí lleva dos períodos a cargo.

El último lustro se destacó por la inédita elección de mujeres en gremios regionales. En 2017, Grani Martic se convirtió en la primera mujer en la presidencia de la Asociación de Ganaderos de Magallanes. Un año después, Carolina Dosal asumió la presidenta de Fruséptima, la Asociación de Productores de Fruta de la Región del Maule. Unos años antes, en 2014, Irene Salazar fue elegida presidenta de la Asociación de Agricultores de la Provincia de Quillota y Marga Marga, mientras que Lina Arrieta llegaba a la cabecera de la Asociación de Productores y Exportadores Agrícolas del Valle de Copiapó.

 

Alza del valor de la tierra

Hernán Johnson es agricultor de la Región de O’Higgins. En el 2000 se lanzó en forma independiente como fruticultor, momento en que compró sus primeras hectáreas. Recuerda que en ese año desembolsó $3 millones por hectárea. En estas dos décadas le ha ido bien, lo que le ha permitido crecer en superficie. Sigue fiel a su región; sin embargo, para crecer, ahora tiene que desembolsar bastante más: dependiendo de la calidad del terreno, la hectárea puede rondar entre $20 millones y $25 millones.

—Ya no se encuentran terrenos con valores baratos —afirma Johnson.

En el resto del país, la historia es similar.

—La inversión en tierra agrícola ha tenido una de las mejores rentabilidades en las últimas décadas —dice Andrés Vial, presidente de la Asociación de Productores de Uva para Vino.

La presión de fondos de inversión extranjeros, sumada al crecimiento de la fruticultura, hace prever que el aumento no se va a detener en los próximos años.

Remezón en el retail agrícola

La costumbre era cerrar la compra de agroquímicos con el agrónomo asesor de la misma empresa que los elaboraba. Otros productos se compraban en una tienda de la que se era cliente por años. Las relaciones personales y la confianza eran claves para la compra de insumos.

Las dos primeras décadas del siglo, sin embargo, trajeron consigo importantes cambios. Un puñado de cadenas se instalaron en todo Chile —como Copeval o Coagra— y el número de pequeñas tiendas locales tendió a disminuir, replicando lo que sucedía con el retail de consumo general.

Ahora las órdenes de compra se hacen por internet y los agricultores prefieren realizarlas a medida que necesitan los insumos, para evitar almacenarlos en los campos.

Paralelamente, la oferta de productos se ha hecho más compleja.

—Antes tenías tres o cuatro grandes químicas, hoy tienes cincuenta. Hay productos mucho más específicos, pues las exigencias ambientales y de inocuidad son mucho mayores, especialmente de los supermercados europeos —sostiene Andrés Ureta, socio del Centro de Investigación y Desarrollo Rosario.

Déficit de lluvias

Este año, casi todo el país terminará con déficit de precipitaciones respecto de un año normal y con récords complicados para el sector agrícola. Según los datos de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), ciudades como Valparaíso y Curicó tendrán el año más seco en cinco décadas, mientras que Santiago registrará el tercer año más seco en los últimos 154 años.

El sur del país no escapa de la sequía y, aunque tienen niveles de precipitaciones más altos, zonas como Valdivia cerrarán 2019 como el segundo año más seco en 50 años.

Los eventos climáticos extremos o anómalos también se han intensificado en las últimas dos décadas, con la presencia de veranos más calurosos, heladas, granizos y lluvias fuera de la época en que se esperaban, que potencian condiciones desfavorables para la agricultura.

El verano de 2017 presentó valores extremos y récords de temperaturas máximas en la zona central y sur, junto con los incendios forestales, con temperaturas máximas diarias que superaron los 41 grados en ciudades como Chillán y Los Ángeles.

—En cuanto a las heladas, si bien 2007 es el año con más días de heladas en la zona central desde el año 2000, el más recordado es 2013, cuando en una gran extensión territorial se presentaron las heladas más tardías en lo que va de este siglo, que ocasionaron pérdidas cuantiosas en el agro —comenta Andrea Acevedo, de Meteorología Agrícola de la DMC.

Otro evento dañino para el sector fueron los granizos caídos en noviembre del año pasado en la zona central, en pleno desarrollo de distintos frutales y hortalizas, donde varios productores perdieron todo.

—En cuanto a las precipitaciones, en las últimas dos décadas se puede observar, al igual que como sucede con las temperaturas máximas y eventos de olas de calor, un quiebre en la segunda década del presente siglo, que marca un constante déficit de precipitaciones acentuado en la zona central, condicionando la megasequía —explica Andrea Acevedo.

Mayor profesionalización de la gestión agrícola

—Ya no existe el agricultor por hobby. El doctor o empresario de la ciudad y que tenía un campo para ir de repente es parte de la historia. La agricultura se ha vuelto tan compleja, que el manejo tiene que ser 100% profesional —afirma Andrés Ureta.

Aunque la demanda por alimentos es fuerte, el mercado ya no perdona una baja calidad en las frutas. Las temporadas en que Chile no tenía competencia son historia. En cada semana se enfrenta a agricultores de uno o más países, dispuestos a aprovechar cualquier descuido.

Adicionalmente, la tecnología de riego y fertilización se ha hecho más específica. Uso de riegos sectorizados y manejados a distancia, incluyendo sensores de humedad del suelo se incorporaron como herramientas.

 

El prometedor despegue de la agricultura orgánica

Uno de los cambios llamativos en la fruticultura es la fuerza que ha tomado la producción orgánica. Si bien el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) solo lleva registro de la superficie certificada desde el año 2009, la tendencia se refleja en forma clara, ya que en el caso de las áreas agrícolas cultivadas —sin considerar la recolección silvestre—, en solo diez años, la superficie se duplicó, pasando de 10.648 hectáreas en 2009 a un nivel récord para Chile de 20.897 hectáreas el año pasado.

Allí, las manzanas y arándanos son protagonistas, además de la uva vinífera, aunque existe una incipiente diversificación de especies, donde se cuentan unidades productivas puntuales de cerezos, limoneros, almendros y kiwis orgánicos.

De hecho, grandes empresas del área de los berries, como Hortifrut, ya tienen el 85% de su superficie cultivada en Chile bajo certificación orgánica, y en general se espera que la tendencia siga al alza.

—Chile tiene una buena posición en los berries orgánicos y existe espacio para crecer. Es atractivo diversificar la oferta de orgánicos, porque es un segmento que abre puertas para otro tipo de fruta —plantea Isabel Quiroz, directora ejecutiva de iQonsulting, aunque advierte que es un nicho donde los precios bajan en forma más brusca que la fruta convencional cuando se producen sobrestocks.

A futuro, otra tendencia que viene asociada a los orgánicos es contar con certificaciones sustentables, que cuiden el medio ambiente y las comunidades donde está una empresa, para lo cual incluso se evalúa generar un sello como país, algo que están analizando en ProChile y Odepa.

Exportaciones a China se multiplican por 30

Entre 2006 y 2018, los envíos de alimentos chilenos a China se han multiplicado casi 30 veces en valor, alcanzando los US$ 2.376 millones el año pasado, lo que marcó un alza de 59% en relación con 2017. Y se espera que en los próximos años la relación comercial en el ámbito silvoagropecuario siga fortaleciéndose.

—Esperamos continuar con una alta demanda de cerezas y arándanos y un crecimiento potencial de las paltas, además de aprovechar la apertura durante 2019 para la miel, los cítricos y la ampliación a las exportaciones de carne —proyecta el director de ProChile, Jorge O’Ryan.

También resalta la creciente tendencia de los consumidores chinos por preferir alimentos saludables, algo que podría abrir nuevas oportunidades para la oferta chilena en las próximas décadas.

La leche al ritmo de Colun

A comienzos del siglo XXI el promedio de consumo de lácteos llegó a los 121 kilos per cápita en Chile. En 2017, subió a 151 kilos por persona.

Y se sintió en el sector. En 2000 la recepción de las plantas lecheras sumaba 1.447 millones de litros, los que llegaron a 2.174 millones de litros en 2018.

Y en este avance, la Cooperativa Lechera de La Unión, Colun, pasó a tener el liderazgo del sector con 27,5% de la recepción de leche en 2018.

—Nuestro crecimiento ha sido paulatino y sostenido. Las ganancias se reinvierten en los cooperados y eso genera un círculo virtuoso —sostiene Augusto Grob, consejero de Colun.

El crecimiento del consumo interno se sumó a la explosión de importaciones, frenando el proyecto exportador. Así, en 2017 las ventas al exterior sumaron US$ 197 millones, frente a los US$ 325 millones que se importaron el mismo año.

Consolidación de las semillas

Al pasar de exportaciones menores a los US$ 100 millones al año, para alcanzar un récord de US$ 650 millones en 2013, temporada en la que el país llegó a ser el quinto mayor exportador mundial de semillas, Chile se posicionó en las últimas dos décadas como el principal exportador del hemisferio sur de estos productos.

El crecimiento implicó un fuerte aumento en la superficie destinada a la multiplicación de semillas para exportación, donde se alcanzó un peak de 65 mil hectáreas en 2013, con lo que se pasó de destinar unas miles de hectáreas en la zona central, a marcar presencia desde Valparaíso hasta Los Lagos.

—En este período, Chile se consolidó además como prestador de servicios de multiplicación reconocido mundialmente, exportando a más de 50 países, y produciendo más de 50 especies —destaca Mario Schindler, director ejecutivo de la Asociación Nacional de Productores de Semillas (Anpros).

En paralelo, Arica se convirtió en un polo de investigación para la industria semillera internacional, lo que llevó a que varias empresas instalaran laboratorios para probar ensayos de nuevas variedades.

Carnes, incertidumbre y nuevo impulso

En veinte años, los envíos de carnes blancas aumentaron más de diez veces, y solo entre el año pasado y 2019 se espera que suban 12% en volumen, tanto en aves como en cerdos, algo impensado para el sector a fines de los años noventa.

‘Con la apertura comercial de Chile, este rubro era uno de los más amenazados, porque no éramos productores de granos y se abrían las fronteras para las potencias mundiales en producción de proteínas… Pero nuestra industria supo adaptarse y con una estrategia público-privada, de largo plazo, supo convertirse en un actor relevante en el mercado internacional’, destaca Juan Carlos Domínguez, presidente ejecutivo de la Asociación de Exportadores de Carne (ChileCarne).

Para seguir desarrollando las oportunidades del sector, uno de los obstáculos es la falta de nuevos proyectos, a raíz de conflictos ambientales, como el de 2012 con el cierre de la planta de crianza y faena de cerdos de Agrosuper en Freirina.

‘Un alto grado de incertidumbre asociado a la falta de normativas claras respecto al uso del territorio e indefiniciones respecto a temas medioambientales hacen que hoy sea muy difícil implementar nuevos proyectos… Nuestro país tiene ventajas competitivas y no estamos siendo capaces de aprovecharlo por la falta de convicción para resolver esos temas’, advierte Domínguez.

La carne bovina, en tanto, ha tomado un nuevo aire exportador tras la apertura del mercado chino para los envíos de carne congelada chilena, concretado en 2015.

Si en 2010 el valor de las exportaciones de este producto llegaba a US$ 34,5 millones –muy por encima de los US$ 307 mil registrados en el año 2000–, al cierre del año pasado los envíos totalizaron US$ 40,7 millones, correspondientes a más de 9.500 toneladas, según los datos de Aduanas.

Nuevo mapa de cultivos anuales

En los últimos 20 años no solo disminuyó en 25% la superficie de cultivos anuales, según las encuestas del INE, sino que también aparecieron nuevas especies, como la achicoria y el tomate industrial, junto al auge del raps como alimento para salmones.

En el caso de el trigo, maíz y remolacha, el cambio climático y el avance de la fruticultura están entre los principales factores que explican la caída en la superficie, lo que fue palieado, en parte por mejores rendimientos producto del riego y la mecanización.

‘En esta región, una de las razones del retroceso de la superficie cultivada ha sido la política de compra de tierras de la Conadi, que desde 2013 ha comprado cerca de 200 mil hectáreas, de las cuales una parte importante ha salido del circuito productivo. A eso se suma una reducción de la superficie por la expansión forestal, especialmente en los primeros años de las últimas dos décadas, y el avance de la fruticultura’, plantea sobre la Región de La Araucanía el secretario general de la Sofo, Andreas Kobrich.

En el caso del raps y la cebada, si bien destaca sus buenas aptitudes agronómicas, les ve perspectivas acotadas. ‘Una industria tan integrada e internacionalizada como la del salmón o la cervecera prefiere traer su insumo desde otro país… En ambos casos tuvimos crisis fuertes. En raps hubo años en que prácticamente no se sembró, y en la cebada hubo un problema de confianza entre la industria y los productores, y tampoco se sembró’, comenta Kobrich.

La mayor disminución de superficie se registra en la remolacha, que pasó de tener unas 46 mil ha el año 2000 a casi 13 mil ha la temporada pasada, retroceso que se hizo evidente con el cierre de la planta de Iansa en Linares, en 2018.

Por el contrario, la llegada de la empresa Orafti, productora de inulina, introdujo el cultivo de la achicoria en el país a contar de 2004, generando una nueva alternativa de rotación, la que ya bordea las cuatro mil hectáreas sembradas al año.

Fuente: Revista del Campo| El Mercurio

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