El sector agrícola, según cifras de Gobierno, creció un 7,7% en el último trimestre de 2018, aumentando a 8,2% el 2019, convirtiéndose así en uno de los rubros con el mayor crecimiento económico del país. Sin embargo, detrás de esos números de bonanza, existen diversas realidades de producción. Una de ellas, por ejemplo, son las corporaciones y grandes empresas con la capacidad de invertir en tecnología e investigación para la optimización de sus procesos y levantar capitales nacionales y extranjeros para dichos fines.
En otra vereda, están los pequeños agricultores que viven en zonas rurales, con limitada o nula capacidad en dichos temas, que comercializan sus productos a pulso, en diversas ferias libres, o bien, si alcanzan algunos volúmenes productivos, a empresas que concentran el poder de negociación, pagando un precio acorde a ese poder, por los productos. Si la realidad fuera distinta, no existirían las empresas certificadoras ni promoción de ONG en busca de un Comercio Justo.
En una zona intermedia a estas dos realidades, surge el cooperativismo, alternativa que durante muchos años fue vista como un modelo de negocios poco viable, prejuicio que en la actualidad, debido a las prácticas del cooperativismo moderno, ha ido quedando atrás.
Gracias al cooperativismo moderno, pequeños agricultores que carecen de capacidades para producir a gran escala, al asociarse, acceden a soluciones tecnológicas que permiten aumentar la eficiencia de su negocio, generando una economía de escala, accediendo así al pago justo de sus productos, a asesorías y apoyo técnico, a créditos y a la adquisición de maquinaria a menor costo. Además, este modelo permite mejorar la calidad de vida de los cooperados, pues algunos de los beneficios que entregan las cooperativas son el acceso a servicios de salud, apoyo en créditos habitacionales, entre otros.
Todos estos beneficios son posibles gracias a la profesionalización de la gestión que se ha incorporado en las cooperativas. Gestión que responde a la capitalización de sus remanentes para la sostenibilidad del negocio, a un gobierno corporativo sólido que considera la participación de todos los estamentos, incluyendo a los cooperados, sin importar la cantidad de terreno o producción que posean –principio democrático, un cooperado, un voto– y a la toma de decisiones orientadas al mercado financiero, pero velando siempre por la creación de valor para los socios.
Por todas estas ventajas se hace necesaria la promoción e impulso del cooperativismo moderno en el sector agrícola. Afortunadamente, así lo ha entendido el actual ministro de Agricultura, Antonio Walker, quien ha reivindicado el modelo como la vía para que pequeños agricultores crezcan y sean competitivos, promoviendo la descentralización del país y la desconcentración económica, dando lugar a mejores oportunidades para todos, manteniendo la competitividad del mercado.
Desde las cooperativas valoramos enormemente el gran impulso que este modelo tuvo durante el 2018, sin embargo, creemos que aún hay muchos desafíos en los cuales debemos seguir trabajando. Por esa razón adherimos al Foro Empresarial Cooperativo, con el objetivo de validar este paradigma, tanto en el mundo público como en el privado y fortalecer el desarrollo empresarial de las cooperativas para que estas se conviertan en un referente para el desarrollo social y económico del país.
Fuente: Decoop Chile