Estas formas de producción —que se han comenzado a utilizar con éxito en la recuperación de la biodiversidad de suelos y praderas— se basan en imitar el comportamiento que los animales tenían hace millones de años cuando pastoreaban en alta densidad y en movimiento constante.
En efecto, al imitar el comportamiento de los herbívoros en la naturaleza, pastoreando en manadas compactas, bosteando y orinando de forma homogénea, se potencia la incorporación de microorganismos al suelo, lo que sumado a la planificación de los movimientos permite respetar los ciclos de recuperación de los pastos y del suelo.
Además, este tipo de pastoreo evita problemas asociados a la concentración de animales en confinamiento, como enfermedades y estrés. La planificación del pastoreo, al promover una buena nutrición de los animales y del suelo, disminuye la necesidad de tratamientos médicos, el alto uso de insumos, que constituyen una fuente de contaminación y deterioro de la biodiversidad.
Así, basándose en la tríada de coevolución de forma armónica —suelo-plantas y animales—, la planificación del pastoreo permite que la ganadería colabore en la recuperación y consolidación de suelos y praderas con alta biodiversidad y rendimiento, las que compensarán con creces las emisiones que genera la actividad ganadera, con el secuestro de CO{-2} a través de la fotosíntesis y de la riqueza de sus microorganismos, cumpliendo su rol natural como sumidero de CO{-2} de gran importancia para el planeta.
Fuente: El Mercurio