Si bien los países seguirán importando y exportando, el potenciar los cultivos regionales permitirá aumentar la resiliencia del sistema agrícola ante nuevas crisis sanitarias.
Uno de los daños colaterales que ha producido la pandemia causada por el covid-19 es el debilitamiento de la seguridad alimentaria a nivel mundial. Mientras han habido zonas donde los alimentos perecibles debieron ser destruidos, en otras, muchas personas están pasando hambre porque la cadena de distribución se ha visto interrumpida.
Por eso, el martes pasado el secretario de Naciones Unidas, António Guterres, presentó un informe de políticas sobre la seguridad alimentaria y advirtió que si no se toman medidas urgentes, la inminente emergencia alimentaria mundial podría tener repercusiones a largo plazo para cientos de millones de personas. ‘Nuestros sistemas alimentarios están fallando y la pandemia por coronavirus está empeorando aún más las cosas’, dijo.
Si bien en Chile la situación no es tan extrema, sí se han tenido que enfrentar dificultades con la distribución de comida a quienes no pueden conseguirla o con la alimentación que recibían los niños en los colegios. Esto se ha podido manejar con medidas paliativas, pero lo que viene pospandemia es en donde debiera tomarse medidas a largo plazo, aseguran los expertos.
Las cosechas de verano ya se realizaron y si bien aún se están procesando algunos alimentos, el país no tendrá problemas de abastecimiento, dice Rodrigo Figueroa, decano de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la U. Católica. El problema vendrá después.
‘Con el escenario de sequía que estamos viviendo, no está claro cómo enfrentaremos la temporada que comenzará en septiembre’, asegura. Pero aunque el pronóstico es negativo, hay cambios que sí se pueden hacer. ‘Si bien vamos a seguir viviendo en un mundo global, exportando e importando alimentos, esta pandemia es una oportunidad para desarrollar más los mercados locales’, opina el académico.
Potenciar a los pequeños agricultores para que desarrollen productos diferenciados y con valor agregado, pero que también tengan visibilidad, es una de las posibilidades. Por ejemplo, en Coyhaique, cuenta el académico, se desarrolló un proyecto para que microagricultores produjeran berries en una zona donde casi no se cultivaba este tipo de frutos. ‘Se abrió un mercado donde no había, pero también se mejoró la vida de esos productores’, asegura.
El problema de la seguridad alimentaria tiene dos caras; quienes no reciben suficiente nutrición y aquellos que producen los alimentos, pero no tienen las mejores condiciones para hacerlo. Por ello, potenciar a los pequeños agricultores también servirá para mejorar la calidad de vida del mundo rural, precisa el académico.
El cómo se produce también deberá cambiar, dice Paz Durán, investigadora del Programa Vino, Cambio Climático y Biodiversidad del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB). La implementación de sistemas agrícolas más diversos sería clave.
‘Plantar más de un solo tipo de semillas para no reducir la diversidad genética, y rotar los cultivos permite generar agriculturas más resilientes’, explica la investigadora. De esta manera, continúa, hay más posibilidades que las plagas no afecten a todas las plantaciones.
Al mismo tiempo, los paisajes deben volverse más funcionales y heterogéneos, con zonas cultivadas mezcladas con pastizales y bosques, entre otros. ‘En Chile tenemos regiones completas que son puras plantaciones de pino o pura agricultura, y eso va en desmedro de los servicios ecosistémicos que permiten contener las plagas, entre otros’, explica. Con esto, el sistema de producción se volverá más sostenible.
– Crisis planetaria
Según datos de Naciones Unidas, antes del inicio de esta pandemia, más de 820 millones de personas estaban expuestas a inseguridad alimentaria crónica. De ellas, el acceso a comida de al menos 135 millones estaba en estado crítico. Según los organismos internacionales, ese número podría llegar a duplicarse antes de fin de año debido a los impactos del covid-19.
A nivel local, la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias del Ministerio de Agricultura ha estado monitoreando el abastecimiento en el país. Ella ha comprobado que la cosecha de frutas y verduras, el procesamiento de alimentos, y el faenamiento de animales está en niveles normales, así como también el trasporte interno y el abastecimiento de ferias, mercados y supermercados.
Fuente: El Mercurio.