Las mujeres en la Agricultura Familiar Campesina en Chile

Estudio de Fundación Prodemu
Las mujeres en la Agricultura Familiar Campesina en Chile

Cumplen una triple jornada, piden mayor digitalización y salud, son jefas de hogar de familias de no más de 4 personas, y sienten que deben proteger la cultura y los cultivos tradicionales, así como el medio ambiente. Lo anterior es parte de lo que muestra el trabajo del Centro de Estudios de Género de Prodemu, en colaboración con Revista del Campo de El Mercurio, que encuestó a 713 mujeres rurales de entre 14 y 87 años de todo el país.
Eran dueñas de casa, vivían en el campo y cuidaban de sus huertas y animales. Con el boom frutícola, se convirtieron en temporeras o trabajadoras, pero siguieron siendo dueñas de casa y cultivando sus huertas. Llevaron plata a sus hogares, adquirieron un nuevo estatus y más espacios en los trabajos agrícolas.

Y dieron un nuevo salto: se consolidan como emprendedoras. De manera individual o unidas, convierten los productos que cultivan en otros con mayor valor agregado, establecen cultivos nuevos, crean pequeñas empresas que exportan. Y en el entretiempo -ese que se produce levantándose mucho más temprano y acostándose mucho más tarde- siguen cuidando de sus casas, familias, huertas y animales.

Son las mujeres rurales. En la mayor parte pertenecen a la llamada agricultura familiar campesina (AFC) -el 90% de las unidades productivas del país son AFC-. Son agricultoras, trabajadoras asalariadas, cosechadoras, recolectoras, temporeras, pescadoras artesanales, artesanas. Y , de paso, cumplen un rol que va mucho más allá del productivo y el familiar.

‘Cumplen una triple jornada, como trabajadoras, productoras y dueñas de casa. Pero las mujeres rurales, además de ser claves en sus roles productivos y familiares, son las guardadoras de tradiciones y culturas ancestrales, las que transmiten a sus descendientes y a quienes las rodean’, enfatiza Paola Diez, directora de la Fundación de Promoción de la Mujer, Prodemu.

Cómo se ven a sí mismas y su rol familiar, social y productivo; y cómo vieron afectada su vida por la pandemia, es parte de lo que responde el estudio ‘Mujeres en la Agricultura Familiar Campesina en Chile’ realizado por el Centro de Estudios de Género de la Fundación Prodemu en colaboración con Revista del Campo de El Mercurio, en el que, entre diciembre de 2020 y enero de 2021 se encuestó a 713 mujeres de sectores rurales de todas las regiones de Chile y cuyos resultados (ver infografías) mostramos en este Especial del Día Internacional de la Mujer.

Desconocidas

A nivel país, las estadísticas específicas sobre ruralidad, y más específicamente sobre mujeres rurales, escasean. Aun así, los pocos estudios o datos existentes ratifican que la desigualdad que afecta a la ruralidad respecto de las zonas urbanas mayores profundiza aun más en el caso de las mujeres.

‘La Casen 2017 mostró que la pobreza multidimensional -es decir, sin acceso a salud, trabajo, educación- a nivel país alcanzaba al 20,1%, sin distinguir hombres de mujeres; pero a nivel rural llegaba a 37,4%. Y el estudio que ahora realizamos muestra que un 58,1% de las mujeres no tiene una educación completa; es un dato que de cierta forma constata lo anterior’, comenta Paola Diez, refiriéndose al informe realizado por el Centro de Estudios.

En general, los otros datos son antiguos y, en su mayoría, no se refieren a géneros. Uno de los pocos que lo hace es un estudio de Odepa, de 2009, donde se indica que las mujeres de la AFC cuentan con menores activos productivos en comparación con los hombres de la AFC. Manejan solo el 23% del total de activos, lo que sumado a una menor proporción de superficie útil para desarrollar algún emprendimiento productivo hace más difícil su sostenibilidad en el tiempo. Solo mujeres rurales concentran el 22% de la superficie útil y un 4% de la superficie de las explotaciones agrícolas.

Paola Diez recalca que la escasa información sobre los sectores rurales ‘sin duda es una deuda de las instituciones públicas que se plantean intervenir en dichas zonas. Es por ello que se debe destacar los esfuerzos de todas aquellas instituciones que se propongan generar información’.

Con mayor empoderamiento

A partir de las respuestas al estudio del Prodemu se cosntata que el campo tradicional, con familias extendidas compartiendo una misma propiedad y donde el jefe del hogar era el hombre, está en franca retirada, pero además comprueba lo que se viene escuchando hace ya algunos años: el agro envejece y los jóvenes se van a las ciudades.

Lo anterior se infiere, por ejemplo, de que de las 713 mujeres -desde 14 a 87 años- que respondieron la encuesta, solo un 8% fue menor de 30 años; en tanto, las mujeres mayores de 46 años representaron un 63,6% del total.

La pérdida de habitantes rurales y que las familias pasaron de ser extendidas a nucleares, se refleja también en la respuesta a la pregunta de con cuántas personas comparten su presupuesto, donde un 69,9% señaló que lo hace con entre dos y cuatro personas, en tanto 10,2% señala compartirlo entre cinco personas, y solo un 5,4% con 6 o 7 personas.

‘Si consideramos que las mujeres encuestadas principalmente tienen entre 46 y 59 años, este dato nos permitiría inferir que los hogares rurales se componen por mujeres y hombres que probablemente tuvieron hijas/os que ya han migrado de su hogar’, plantea el estudio.

El impacto de lo anterior puede poner en riesgo un elemento clave: la alimentación de todos los chilenos.

‘La ruralidad está envejeciendo. Es importante entender lo que esto significa para la seguridad alimentaria y el mundo. Es importante que exista una preocupación real en las políticas públicas respecto de las zonas rurales y lo que ocurre en ellas. La presencia de personas jóvenes o ‘nuevas generaciones’ de mujeres y hombres rurales es indispensable para la sostenibilidad de la producción agrícola y de la supervivencia de las tradiciones culturales locales’, enfatiza Paola Diez.

Pero además de los cambios demográficos, el estudio da cuenta también de cómo se está produciendo una evolución en el rol tradicional de género en las zonas rurales.

Esto, porque si bien un 43% de las mujeres que respondieron la encuesta aún reconoce que el jefe del hogar es la pareja, un 31,5% dice que son ambos y un 18,6%, que es ella, es decir, en un 50%, al sumar los porcentajes anteriores se reconoce a sí misma en ese rol. Lo anterior se condice con que un 81% de ellas dice sentirse empoderada, aunque un 16% no sabe o no responde a qué se refiere eso. ‘Otra cosa que es interesante es cómo las mujeres se reconocen de pueblos originarios: el 30,77% de ellas dice pertenecer o se reconoce con una ascendencia de pueblo. Nosotros hemos visto que de las 60 mil mujeres con las que trabajamos en Prodemu, el 18% dice pertenecer. Pero en el campo es el 30%. Este reconocimiento es importante, porque antes no se hacía. Habla de que ha cambiado la percepción propia y de los demás respecto de serlo’, sostiene la directora de Prodemu.

Tarea: Mantener tradiciones y cultura

Si bien la agricultura familiar campesina genera los alimentos para autoconsumo, para alimentar a las comunidades cercanas e incluso para el país y la exportación, las mujeres rurales, en un 71%, ven que su trabajo en el agro es ‘poco valorado’ por el conjunto de la sociedad, y solo un 20%, que es muy reconocido. Pero el 39,1% cree que esa valoración será buena en el futuro y el 29,1%, que seguirá igual.

Esfuerzo, fortaleza, empoderamiento, son las características que más valoran en sí mismas como mujeres rurales, señalan, cuando se les consulta.

El estudio también da cuenta de que ellas tienen una clara percepción de las nuevas necesidades que surgen en el planeta. Así, ante la consulta de qué es lo más importante para el futuro en las zonas donde existe agricultura, considera clave mantener o recuperar tradiciones de cultivo (28,6%), proteger el medio ambiente (23,4%), la digitalización y el internet en el campo (18,1%), y 17%, la innovación. ‘Saben que su trabajo influye en la sostenibilidad del mundo’, dice Paola Diez.

Necesidades: Digitalización y salud

Las zonas rurales están en condiciones de desigualdad respecto de las urbanas en cuanto a conectividad, digitalización y educación. Y esta desigualdad se agudiza en las mujeres, prácticamente en todos los ámbitos.

En lo que se refiere a educación, el estudio del Prodemu mostró que un 25,9% de las mujeres encuestadas no ha finalizado su educación básica y un 12,3% no lo ha hecho con la media. Ello habla de que esas mujeres, enfrentadas a salir a buscar un trabajo, están en desventaja, considerando que en Chile usualmente se exige enseñanza media terminada, indica el informe.

También lo deja entrever en cuanto a salud: cuando se les consulta qué es lo que más valorarían que mejorará en las zonas rurales, una de cuatro encuestadas dijo que salud y más postas rurales; 17,9%, más trabajo, y 16,7%, más conectividad.

‘Esto es otra muestra de la brecha de infraestructura pública en los sectores rurales’, plantea Paola Diez.

Lo mismo ocurre con la digitalización, herramienta que ellas ya perciben como clave para la vida actual, tal como aparece en diversas partes del estudio.

Según un estudio nacional sobre acceso y uso de tecnologías de la información y comunicación (TIC) en mujeres participantes de la fundación Prodemu, realizado en 2020, se determinó que un 25,7% de las mujeres que residen en zonas rurales no posee conexión a internet. Y para los sectores rurales la digitalización permite anticiparse a situaciones como eventos climáticos, contacto con eventuales compradores o asesores, entre otros.

‘Antes de la crisis sanitaria, el tránsito digital estaba lejos de ser alternativa a corto plazo para el desarrollo de la ruralidad. Hoy parece ser más que un desafío, una necesidad para buscar el desarrollo de alternativas en las ventas y producción de la AFC y las mujeres del campo. Al existir la posibilidad de proveer y facilitar la conectividad a internet a la población rural, se transforma en el desafío de poner en práctica con políticas públicas diversas alternativas económicas para la generación de ingresos de las mujeres rurales. Esto, sumado a la realidad en que las pequeñas producciones familiares de la agricultura campesina poseen complejidades para la conectividad, diferenciar sus productos y encontrar redes de oportunidades para comercializar y dar a conocer su producción familiar’, indica el estudio.

En Prodemu vienen trabajando en la ruta de digitalización, y este será el segundo año en que trabajen con el programa de mujeres rurales con Indap, cuenta Paola Diez. En 2021 digitalizarán a mil mujeres, ‘se les entrega el celular, conectividad por doce meses, más herramientas para comercializar y enseñarles a conectarse’, cuenta.

Impacto de la pandemia

Al igual que el resto del país, la pandemia impactó a estas mujeres: un 70,7% de las encuestadas dice que implicó cambios importantes.

Y cuando se les consulta sobre sus ingresos, un 11% señala que no tuvo, y un 49,8%, que disminuyeron bastante. Aunque, el estudio también encontró que durante el 2020 el 61,9% trabajó en su propia producción agrícola y que el 19,8% señaló que no tuvo trabajo remunerado, lo que indica que ‘aproximadamente 1 de cada 5 mujeres de sectores rurales no tuvo ingresos propios durante el 2020’.

Un elemento interesante es que un 8,4% de ellas señaló que inició un emprendimiento debido a la pandemia.

El Mercurio – Revista del Campo

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