El Mercurio – Revista del Campo
El panorama de las pasturas, particularmente de aquellas que están entre Los Ríos y Los Lagos, tiene pronóstico incierto de cara a la última estación del año. Por ello, los especialistas recalcan que se debe planificar adecuadamente el pastoreo.
¿Qué sucederá con las praderas desde la primavera hasta el verano? La respuesta es incierta debido a que el fenómeno de El Niño viene provocando más lluvias de las habituales, lo que en principio sería positivo para la mayor parte de las praderas y pasturas, con excepción de aquellas que ya son naturalmente húmedas.
‘Comenzando la primavera con un suelo bien cargado de agua, el crecimiento inicial dependerá principalmente de las temperaturas. En la zona central y centro norte, en zonas de secano con especies de crecimientos anuales y rápidos, se esperaría un buen desarrollo’, dice Rafael Larraín, docente de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la UC.
En la zona centro sur, añade el especialista, probablemente no haya gran diferencia al inicio de la temporada y el crecimiento dependerá más de cómo continúe la primavera.
‘(Por tanto) las rotaciones deben ser lo suficientemente largas para que el pastoreo ocurra cuando el crecimiento ya esté en la parte decreciente de la curva. Esto permitirá un mayor crecimiento de hojas y de raíces, y esas raíces más profundas podrán aprovechar de mejor manera el agua que haya recargado los estratos más profundos del suelo’, recomienda Larraín.
De todas maneras, el stock o disponibilidad de agua en el suelo debería ayudar a que las tasas de crecimiento de las praderas se mantengan estables en el tiempo.
‘Una vez llegada la primavera, con el buen stock de agua en el suelo y el aumento de las temperaturas, es esperable que las tasas de crecimiento de la pradera sean de 50 a 100 kg de materia seca al día y un forraje de buena calidad nutritiva’, dice Máximo Valdés, director del Instituto de Producción Animal de la Facultad de Ciencias Agrarias y Alimentarias de la Universidad Austral de Chile.
Sin embargo, la gran cantidad de agua que puedan tener los suelos no se relaciona necesariamente con una mayor disponibilidad de materia seca.
‘(A pesar de las lluvias) el contenido de materia seca en las praderas no debiera ser muy diferente durante esta primavera comparado con anteriores. La cantidad de agua en las plantas no tiene relación directa con la cantidad de agua en el suelo’, dice el especialista de la UC.
En este escenario y gracias al abundante aporte hídrico, los especialistas vaticinan que en el corazón ganadero nacional —en las regiones X y XIV—, la primavera debería ser normal y tranquila hasta, al menos, fines de octubre.
‘En las regiones de Los Ríos y Los Lagos hemos tenido precipitaciones en torno al promedio histórico; por lo tanto, el buen comportamiento de las praderas está garantizado por lo menos hasta fines de octubre como ocurre cada año’, proyecta Alfredo Torres, investigador de INIA Remehue.
Un verano complejo en el sur
A diferencia de la primavera, el verano se ve complejo, particularmente en la zona sur, y los primeros problemas podrían verse a fines de noviembre o principios de diciembre, dependiendo de qué tan altas sean las temperaturas en esa época.
Esto porque tal como viene ocurriendo en los últimos años, los especialistas proyectan que en la última estación del año el crecimiento y disponibilidad de materia seca para las praderas sea bajo debido a las bajas precipitaciones que se estima ocurrirían durante la época veraniega.
‘Para el verano tendremos menores rendimientos (de materia seca) respecto al potencial por menores precipitaciones en relación con lo que necesitan las praderas.
La última vez que tuvimos precipitaciones adecuadas en verano fue en 1986. Es muy poco probable que vuelva a ocurrir’, anticipa Torres.
Tales condiciones —altas temperaturas y bajas lluvias— generarán que los suelos no tengan las reservas de agua suficientes para satisfacer la demanda hídrica de las pasturas, afectando sobre todo a las praderas de secano.
‘Las zonas de mayor cuidado son las de secanos precordilleranos, especialmente de la cordillera de la costa, sobre todo si se presenta un verano con temperaturas extremas. El valle central bajo riego no debiera verse afectado, salvo que las temperaturas se acerquen a los 30 °C y se inhiba el crecimiento de las praderas’, proyecta Valdés.
De hecho, añade el especialista de la U. Austral, si el próximo verano es similar al del hemisferio norte, será fundamental que los productores comiencen a planificarse desde ya con más forraje pensando en el otoño e invierno del 2024.
‘Si el verano en el hemisferio sur (tiene) características similares a las presentadas en el hemisferio norte, es posible prever condiciones de altas temperaturas y déficit hídrico, por lo que los productores debieran prepararse conservando forraje o incluso evaluando la implementación de riego en las condiciones que así lo permitan’, complementa Valdés.
Riego versus secano
Las pasturas bajo riego, al no depender de las lluvias, tendrán un buen comportamiento, dicen los especialistas.
‘(Las praderas sin riego) producirán entre 3 y 5 toneladas más de materia seca que una de secano’, dice Torres.
Por su parte, aquellas pasturas en secano tendrán un comportamiento en torno al promedio histórico de cara a los próximos tres meses, es decir, durante toda la primavera. Sin embargo, para el verano, no hay claridad de qué es lo que ocurrirá.
‘No existen pronósticos confiables para el verano; sin embargo, de acuerdo con la tendencia de la última década, hay altas posibilidades de tener precipitaciones más bajas de lo que necesita la pradera’, añade Torres.
De acuerdo con lo anterior, en la primavera tendremos rotaciones cortas, en torno a un rango de 14 a 25 días. Sin embargo, en verano estará más cercano a los 35 días.
Tips para maximizar los rendimientos
Considerando que la primavera será normal y el verano complejo, será fundamental ayudar a que la pradera se estrese lo menos posible, para que su crecimiento se mantenga estable durante el mayor tiempo posible.
Por ello, será fundamental que durante septiembre se realicen las fertilizaciones correspondientes.
‘Para aprovechar el contenido de agua en el suelo debiéramos preocuparnos de una adecuada fertilización de las praderas’, dice Valdés, lo que dependerá de las necesidades nutricionales de cada campo.
Posteriormente, será clave planificar la siembra de primavera, apuntando a seleccionar las especies más tolerantes al déficit hídrico como festuca, bromo y pasto ovillo. E incluso, si hay un potrero donde se sembrará, puede utilizarse en estas semanas para alimentar a los animales.
‘Si hay algún potrero que está planificado para ser sembrado en la primavera, puede usarse para repartir en él alimento conservado, como bolos, fardos, etc., durante el período previo a la siembra. Así se da más tiempo a que el resto del campo drene bien’, recomienda Larraín.
De esta forma, dice el especialista, los animales tras alimentarse dejarán una capa de guano y restos vegetales que servirán como abono a la siembra que vendrá.
También será clave controlar el pastoreo para aprovechar el gran crecimiento primaveral, especialmente en potreros de rezago para conservación.
‘(Se debe apuntar a) realizar un buen manejo de pastoreo, cercano a un 70% de eficiencia de utilización en bovinos y 80% en ovinos’, recomienda Torres, quien añade que los ciclos de pastoreo deberían tener rotaciones cortas: de 14 a 25 días en primavera y cerca de 35 días durante el verano.
Para lograr esta meta, se recomienda que las zonas más bajas o húmedas queden al final de cada ciclo de pastoreo en el campo, para permitir que el exceso de humedad acumulada vaya drenando y se reduzca el riesgo de dañar demasiado la pradera por pisoteo.
‘Los tiempos de rezago podría ser necesario alargarlos también, de manera que los sectores que inicialmente hayan quedado muy pisados tengan tiempo de recuperarse, crecer bien y tener un buen colchón de raíces cuando sean pastoreados por segunda vez’, asegura Larraín.